HADES (ᾍδης)
Hijo de Cronos y Rea; hermano de Zeus, Poseidón, Hera y
Deméter. Dios de los muertos y guardián de sus almas en su reino (también
llamado Hades) impedía que cualquier espíritu volviera al mundo de los vivos.
Cualquiera que entrara allí no saldría jamás, y para ello tenía la ayuda de
Cerbero, su adorable mascota canina de gran tamaño y tres cabezas.
Aunque había
ciertas excepciones de cansinos entrando y saliendo, siempre dejando la puerta
abierta: Hermes (mensajero del que Hades siempre dudó, por si cumplía la
función del butanero con su mujer, porque todo el mundo sabe que por esos
tiempos ya había bombonas de butano), Hécate (dueña del perrillo, una anciana
equivalente a la loca de los gatos actual, pero con perros de tres cabezas. Sí,
en la antigua Grecia eran muy épicos para todo) y tres pesaos que incordiaban a
los humanos, los conocidos como Tánatos, Hipnos y Morfeo (jugaban con los
sueños y las pesadillas a su antojo, los muy…).
Tras una lucha contra los Titanes, Hades y sus dos hermanos
decidieron repartirse el mundo. Zeus se quedó con el cielo, Poseidón con el mar
y Hades con el inframundo, el más oscuro y siniestro (muy acorde con su
personalidad, ya que ciertos testimonios anónimos -de sus colegas de birras,
vamos- le catalogaban de ‘antisocial pero ligón que caza a todas por ese rollo
de misterioso’). Su hogar constaba de: el Érebro (la entrada con el amigo
Caronte, con su barca en el río Estigia; algo así como un tío de una agencia de
viajes de los que nadie volvía), el Tártaro (con las almas indignas que sufrían
eternamente, con gigantes de cien brazos -exageraos pa tó- y castigos impuestos
por las Furias -como unas ex locas cortando el cable del router, para que os
hagáis una idea-) y los Campos Elíseos (con almas buenas, custodiados por su
padre Cronos. El pobre abuelito no podía llevarse sobresaltos ya con esa edad,
mejor dejarle en un campo de flores y mariposas).
Tenía un montón de sus súbditos a su alrededor (genios y
demonios) con los que se comportaba como un amo despiadado, pero luego seguro
que se echaban un Black Jack todos juntos. Y también tenía a su esposa,
Perséfone, la cual era más mala aún (seguro que les daba una paliza a todos).
La relación de estos dos fue curiosa, ya que comenzó con Perséfone siendo
raptada por Hades.
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Hades tenía además fama de chungo. Cuando Heracles se
atrevió a bajar a los infiernos, él no quería que entrara porque no le caía
bien. Acabaron enfrentándose y ganó Heracles al herirle con un flechazo (o una
pedrada, según aseguró un cíclope que pasaba por allí), aunque se dice que este
flipado jugó sucio. Hades fue curado, pero se le quedó la reputación de
gallito.
Pero esto no termina aquí. También se decía de él que tenía un mal genio de mil demonios (jaja, ¿lo pilláis? Vivía con demonios… Vale, continuemos). Es más, los pobres griegos ni se atrevían a pronunciar su nombre por si se enfadaba y les echaba un mal de ojo o algo así, aunque un poco bordes sí que eran (ni un templo le construyeron). Se le conocía como "el Rico", aunque su nombre en realidad significaba El Invisible, lo que le venía ni que al pelo, porque los cíclopes le regalaron un casco que le concedía la invisibilidad. ¿Y Hades qué hizo con ese gran lujo? ¿Robar a los ricos para dárselo a los pobres al estilo Robin Hood? ¡No! ¡Ser infiel! Ole ahí el Hades. No tenía suficiente con siniestro, despiadado y malote, que también tenía que ponerle los cuernos a su esposa. Con el casco, salía al exterior y… bueno, ya sabéis. Esto provocaba que Perséfone descargara su ira contra esas amantes… Así no la descargaba con su marido. Si es que Hades tenía que ser algo bueno: inteligente.
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Cerbero vigilando a las almas en el Inframundo. |
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